lunes, 17 de diciembre de 2007

Sentido y Finalidad de tu Vida en la Tierra

Segunda parte


Una joven mujer muy enferma está en la cama, mira hacia una calle de gente, ve jóvenes madres con sus hijos. Apenada piensa en sus dos hijos, le viene el miedo y se pregunta: “¿Tengo que morir? ¿Era éste el sentido y la finalidad de mi vida, que diese a luz dos hijos que ahora están solos? ¿Dónde está el Dios justo, el bondadoso y humilde, que según dicen es el amor universal?” ¡Así pregunta la joven mujer! “Aquí pasan personas Jóvenes como yo, sanas y alegres, ¿cuál es el sentido y la finalidad de la vida en la Tierra, si debo abandonarla tan joven?” Sigue penetrando el miedo en el alma de la mujer. Si la humanidad tuviese conocimientos, sacaría la conclusión lógica, de que cada culpa del alma tiene que vaciarse y verterse en un cuerpo físico cuando el alma está encarnada. Cada uno de vosotros se cuida de que un absceso del cuerpo se abra y se vacíe, para que la suciedad salga del cuerpo.

Oh ved, así también pasa con el alma que está acostada allí en el cuerpo: por la gracia de Dios ella puede expiar su culpa en la Tierra, en un cuerpo. Cuanta más carga pueda traspasar el alma al cuerpo tanto más ligera, feliz y alegre de vivir se hará. Pero mientras que el hombre no sepa nada de estas cosas, despolariza y sigue cargando a su alma, porque actúa en contra de Dios.

Muchos de vosotros diréis, si todo está oculto, ¿cómo podemos saber nada acerca de estas cosas? Yo os digo: Como Jesús de Nazareth fui para cada uno de vosotros un símbolo. Desde Mi infancia hasta el “Está consumado”, mostré al pueblo de este mundo cómo debe vivir, para acercarse a Dios, al Padre eterno, para que el Espíritu interno pueda ser reconfortar a cada alma. Las almas, raras veces pueden ser reconfortadas por el Espíritu de la vida, porque el hombre busca la dicha en el exterior y en las obras cegadoras de este mundo. Si Mis hijos supiesen acerca de la reencarnación, entonces la mujer enferma se reconocería a sí misma, y su voluntad sería que toda causa se vertiese en su cuerpo físico, para que pudiese liberarse y alzarse hacia Dios, su Señor. La madre confiaría sus hijos a su padre terrenal y los tres al Eterno Espíritu, a la vida, que desea envolverlo todo. Pero mientras que el hombre no sepa acerca del Espíritu interno vivo, está espiritualmente muerto. Mientras que el mendigo no reconozca el sentido y finalidad de su vida en la Tierra, su alma anhelará otra encarnación.

Si el rico viese la desgracia de los pobres y diese de sus riquezas, entonces habría reconocido el sentido y finalidad de su existencia. Por el reconocimiento de sí mismo el mundo podría florecer, las encarnaciones disminuirían, habría menos nacimientos, porque el hombre se refinaría desde dentro, desde el núcleo del ser del amor.

Hijos Míos, mucho se habla de la eterna condena y del castigo de Dios. Quien utilice estas palabras y crea en ellas, ése no ha encontrado todavía el amor universal del Padre, es un niño del mundo que va buscando, que quiere encontrar el sentido y finalidad de la vida en la Tierra. No hay en todo el universo ningún lugar, donde estén aquellos, que hayan sido condenados eternamente por Mi Padre.

OH ved, el universo está formado por el amor de un poder creador, y vive gracias al mismo. Este poder creador es la expresión del amor absoluto, ninguna partícula vibra sin el amor de Dios. Toda alma lleva el Espíritu de la vida. ¿Qué es el Espíritu de la vida? Es Dios, que inspira todas las formas, también tu alma. Si no sientes así el hálito de tu Padre, no es porque el Padre se aparte de ti, sino que eres tú, Su hijo, el que rechaza al Padre.

Oh ved, nunca habrá un lugar eternamente oscuro, una condena eterna. ¡Dios, el amor eterno, no se condena a sí mismo, está en toda alma! Aunque el alma sea un oscuro demonio, el amor palpitante, el Espíritu conservador, está en cada alma. También el demonio encontrará algún día el camino hacia el amor universal, pues sólo hay amor en el universo. Todo lo demás perecerá por la vida eterna, porque en Dios no hay tiempo y espacio. Dios, tu Señor y Padre, también espera al demonio más oscuro.


Continúa...

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